Hay un concepto que pocos mexicanos manejan, el de la época de la Guerra Sucia y que fue la respuesta del Gobierno de México a los brotes de crítica, rebelión, revueltas sociales, urbanas y de guerrillas que vivió el país en las décadas de los 60 y 70. Se le dice guerra sucia porque fueron acciones militares en contra de la población civil, armada en pocos casos, pero beligerante en sus peticiones, demandas y requerimientos económicos, sociales y políticos. Era un país con la dictadura de un solo partido en todos sus niveles de gobierno, en un mundo sumergido en una batalla imbécil contra el “comunismo”.
Los procedimientos incluyeron la desaparición de muchas personas, generalmente quienes se manifestaban, marchaban y que buscaban organizar a la ciudadanía. Entonces no existía el término levantón, pero era el mismo procedimiento a manos de policías de uniforme y secreta, de guardias blancas o de golpeadores, de militares del Ejército.
Yo nací en esa época, como muchos de los que me conocen, y aunque no me he reconocido como un huérfano por la Guerra Sucia , hoy escuché una entrevista que me hizo reconocerme como parte de los que nacimos bajo la tormenta de ese tiempo.
Mi nacimiento tiene dos rarezas que nunca tuvieron muy buena explicación por parte de mi madre. La primera es que yo nací en una institución privada, cuando mi madre era derechohabiente del ISSSTE, y nunca se refirió a sus servicios médicos como malos, al contrario, fuimos atendidos varias veces ahí. La segunda es que fui registrado por mis padres como nacido en el ejido Los Otates, en San Luis Potosí, supuestamente en una casa con parto natural, cuando la realidad es que nací por cesárea en un hospital privado en Ciudad de México. Mamá atribuía esta decisión a mi padre, oriundo de aquella región misma que ella no había cuestionado en absoluto.
Una cercana amiga de mi madre fue la que me contó, sobre la que ella cree la verdadera razón por la que yo nací en un hospital particular y de que hubiera sido registrado en SLP. Se sabe que en ese tiempo, los hijos de los luchadores sociales eran robados en toda América Latina, para castigarlos así por sus acciones “revoltosas”. Luego entonces bajo la amenaza en la que vivían personas como mis papás fueron tomadas esas decisiones.
La entrevista que escuché, es la que Carmen Aristegui hizo a la hija de Lucio Cabañas. Lucio fue perseguido por el Ejército pues había tomado la acción armada de la guerrilla en Guerrero. A su muerte su viuda vivió por cerca de tres décadas en los Estados Unidos como refugiada política, pues la familia Figueroa es muy poderosa en Guerrero y en el país. Hace unos años esa mujer volvió a su tierra para vivir supuestamente en un México distinto, pero fue asesinada saliendo de misa recientemente y la hija de Lucio con esta mujer hoy vive amenazada de muerte. Está huyendo dentro de nuestro país, sin la más mínima garantía de que los agresores de su madre sean detenidos y juzgados.
Lamentablemente, los autores intelectuales y materiales de aquella Guerra Sucia, y sus herederos, siguen detentando el poder en México y esta es la reacción que han tenido, hoy que en el Congreso de Guerrero están generándose iniciativas que buscan hacer la investigación de los miles de muertos y desaparecidos que hubo hace décadas, al igual que lo están haciendo distintos procesos de revisión, cicatrización y justicia en otros países de América Latina.
Los gobiernos federal y estatales no están pudiendo procesar los 40 mil muertos de la Guerra que hoy libra Presidencia de la República y parecería imposible que dieran legal y justa respuesta a los miles de muertos de hace cuatro décadas, sin embargo creo, que lo más doloroso es que el resto de los mexicanos desconozcan, ignoren y sean incapaces de solidarizarse con los huérfanos de aquélla y de esta guerra y que frente a las acciones de protesta contra las acciones militares, se alíen al lado de los viejos mandos militares y las viejas familias de políticos que siguen detentando el poder.
Me parece telenovelesco que yo pudiera haber sido un niño sustraído del cuidado de mi madre y dado en adopción a una “buena” familia, como se sabe que varios ejércitos latinoamericanos hicieron, colocando hijos de “comunistas” entre familias estériles conservadoras allegadas a la milicia o al poder político y religioso.
Lo cierto es que no es ficción el deplorable estado de injusticia en el que está inmerso el país.