En
febrero de 2010, a
mis 38 años anuncié al mundo que me conoce que era homosexual.
De
siempre sentí que lo era, pero había crecido construyendo un futuro tradicional
heteronormado. Aprendí a ser honesto, sincero, analítico y amable entre otras
enseñanzas familiares. Crecí acompañado de un terapeuta desde los 10 años en
que la incomodidad me hizo resistirme a la escuela. Entrevistas aisladas
primero, psicoanálisis de los 13
a los 15 años en mi primera temporada y así hasta la quinta
temporada con tres especialistas y un tratamiento temporal psiquiátrico por
cuestiones de depresión crónica leve: distimia.
En
el proceso de salir del closet fue medular la muerte de mi madre, como el más
fuerte obstáculo, y mi incursión en Internet que me permitió descubrir que en
el mundo había mil millones más homosexuales de los que yo percibía.
En
38 años sólo había enfrentado una pregunta frontal sobre mi sexualidad. Pese a
haber aprendido y optado a decir siempre la verdad, por omitir y no compartir
con nadie lo que sentía y lo que había vivido, desarrollé un enorme miedo a
embriagarme aunque mis terapeutas me aseguraban que los borrachos sólo dicen lo
que quieren decir. Tampoco tuve necesidad de mentirle a nadie. Ni tuve la
necesidad de inventar historias para ser valorado, gracias al escudo del closet
y porque todos tenemos valores. Los míos, por fortuna, fueron reconocidos por
toda mi familia y mis amigos.
A
la única persona que le mentí fue a mi amiga Vian quien preguntó ¿eres gay?, y
a mi primo David, le evadí en su charla; con la que me invitaba a buscar un
compañero de vida; la afirmación o negación de mi orientación.
De
la fecha del anuncio al momento de sentirme tranquilo y feliz con mi orientación,
aún tendrían que suceder más cosas, en particular enfrentarlo públicamente,
rostro a rostro con los amigos y la familia. Comencé a conocer el mundo de la
diversidad, con miles de personas que salen a Marchar para vivir, celebrar y
luchar por sus intereses. El mundo del arcoiris me deslumbró porque es
multitudinario, ajeno al mundo en el que yo me había desenvuelto. En la Ciudad de México son
numerosos los restaurantes, clubes, cines, centros comerciales, bares, antros donde
la libertad de ser prevalece, aunque siguen permaneciendo confinados a zonas o
regiones.
Para
no sentirme solo, pedí compañía para asistir a la primera manifestación. Rebeca
y Ángela fueron mis madrinas y me acompañaron el día en que la Ciudad celebró las primeras
uniones civiles entre personas del mismo sexo. En dos años participé en esa y
conocí y comencé a aprender los mínimos de historia sobre el movimiento de
lucha de los hombres y mujeres por el reconocimiento de la diversidad sexual.
De
creer que era necesario aumentar la expresión discreta en donde la vestimenta “normal”
debería prevalecer en una manifestación política; transfiriendo la
extravagancia y la exageración de los trasvestidos y afeminados a un Carnaval
en la ciudad; pasé a aprender y reconocer que la homofobia de la sociedad
conservadora y tradicional retumba en horrorosos ecos amplificados al interior
de muchos de los homosexuales que he escuchado y leído. Es pues, la homofobia
interna, la más cruel y destructiva de las actitudes. Es muy duro de desterrar
en nosotros, pues es refrendada por las instituciones religiosas entre otras.
En
este año 2012 en que por un momento creí afortunadas las circunstancias que habían
dado lugar a celebrar dos días de Marcha, mi alegría y orgullo se ha
ensombrecido por la reflexión crítica e información reciente.
Cada
17 de mayo recordamos que la Organización
Mundial de la
Salud eliminó de la lista de enfermedades mentales a la
homosexualidad, como hasta entonces había sido considerada por la sociedad médica.
Si bien es un reconocimiento mayoritario, no es un criterio que compartan todos
los especialistas en la materia. También es una realidad, que dentro de las
estadísticas de trastornos de la personalidad, las personas transgéneros y los
homosexuales en segundo lugar, son las poblaciones que más los padecen. Es pues
una realidad que la población homosexual requiere un gran esfuerzo social para
alcanzar su salud emocional. Los estudios antropológicos revelan que los
homosexuales tienen mayores dificultades para colaborar en equipo y tienden al
protagonismo en sus acciones, además de un alto índice en distintos grados de
mitomanía. Y no porque estas características sean exclusivas de nosotros, sino
porque presentan mayor frecuencia.
Apenas
va una década en la que la desclasificación permite a la ciencia ver sin
prejuicio las diferentes orientaciones, dando lugar a que se genere muy
recientemente la información y el conocimiento de las distintas realidades
humanas y permitir con ello, que la humanidad vaya cobrando mayores niveles de
salud emocional. Es pues, poco el tiempo que las sociedades han tenido para
aceptarse cual diversas son.
No
tengo los respaldos bibliográficos de lo que les comparto, sin embargo tienen
relación con lo que vivo y observo. La realización de dos marchas. La primera
el 2 de junio que fue convocada y es patrocinada por los empresarios que ven en
la diversidad sexual su mercado. Y la del último sábado de junio, el 30, en que
los integrantes politizados y tradicionales se empeñaron en mantener en ese día,
viva la lucha por los derechos universales, en memoria de la represión que hubo
en Nueva York contra los homosexuales de aquella ciudad.
Es
evidente que los líderas sociales, políticos y económicos de los homosexuales
no locraron un trabajo en equipo, sino que sucumbieron a sus protagonismos.
Seguro que esto no es privativo de nosotros, pues tenemos muchos ejemplos en
las organizaciones sociales y en los partidos políticos, donde la práctica
democrática arroja más víctimas visibles que la práctica autoritaria porque las
mete a sus sótanos o bajo tierra.
Es
simple y complicado manifestar el orgullo de ser gay, tan variado como ser
mexicano. Estar orgulloso de lo que uno es, incluye verse las partes oscuras y
destructivas, porque en la medida que reflexionamos sobre nuestras carencias
podemos tomar impulso para transformarnos y tener una salida del closet
verdadera, sin cargar con el lastre de la homofobia que aprendimos y los
recursos de mentir o esconderse para sobrevivir o de inventar fantasías tomadas
como realidad o protagonizar innecesariamente para obtener el reconocimiento.
Este
JUNIO GAY se lo gritamos a los oscuros, que desde sus propios miedos nos
quieren hacer vivir con miedo, y con solidaridad entre nosotros para en equipo
colaborar y transformarnos.
Sábado
2 de Junio, frente a Cinépolis Diana, equipo de la Secretaría de Salud del
Gobierno de la Ciudad
de México.