viernes, 1 de junio de 2012

El orgullo y la solidaridad


En febrero de 2010, a mis 38 años anuncié al mundo que me conoce que era homosexual.

De siempre sentí que lo era, pero había crecido construyendo un futuro tradicional heteronormado. Aprendí a ser honesto, sincero, analítico y amable entre otras enseñanzas familiares. Crecí acompañado de un terapeuta desde los 10 años en que la incomodidad me hizo resistirme a la escuela. Entrevistas aisladas primero, psicoanálisis de los 13 a los 15 años en mi primera temporada y así hasta la quinta temporada con tres especialistas y un tratamiento temporal psiquiátrico por cuestiones de depresión crónica leve: distimia.

En el proceso de salir del closet fue medular la muerte de mi madre, como el más fuerte obstáculo, y mi incursión en Internet que me permitió descubrir que en el mundo había mil millones más homosexuales de los que yo percibía.

En 38 años sólo había enfrentado una pregunta frontal sobre mi sexualidad. Pese a haber aprendido y optado a decir siempre la verdad, por omitir y no compartir con nadie lo que sentía y lo que había vivido, desarrollé un enorme miedo a embriagarme aunque mis terapeutas me aseguraban que los borrachos sólo dicen lo que quieren decir. Tampoco tuve necesidad de mentirle a nadie. Ni tuve la necesidad de inventar historias para ser valorado, gracias al escudo del closet y porque todos tenemos valores. Los míos, por fortuna, fueron reconocidos por toda mi familia y mis amigos.

A la única persona que le mentí fue a mi amiga Vian quien preguntó ¿eres gay?, y a mi primo David, le evadí en su charla; con la que me invitaba a buscar un compañero de vida; la afirmación o negación de mi orientación.

De la fecha del anuncio al momento de sentirme tranquilo y feliz con mi orientación, aún tendrían que suceder más cosas, en particular enfrentarlo públicamente, rostro a rostro con los amigos y la familia. Comencé a conocer el mundo de la diversidad, con miles de personas que salen a Marchar para vivir, celebrar y luchar por sus intereses. El mundo del arcoiris me deslumbró porque es multitudinario, ajeno al mundo en el que yo me había desenvuelto. En la Ciudad de México son numerosos los restaurantes, clubes, cines, centros comerciales, bares, antros donde la libertad de ser prevalece, aunque siguen permaneciendo confinados a zonas o regiones.

Para no sentirme solo, pedí compañía para asistir a la primera manifestación. Rebeca y Ángela fueron mis madrinas y me acompañaron el día en que la Ciudad celebró las primeras uniones civiles entre personas del mismo sexo. En dos años participé en esa y conocí y comencé a aprender los mínimos de historia sobre el movimiento de lucha de los hombres y mujeres por el reconocimiento de la diversidad sexual.

De creer que era necesario aumentar la expresión discreta en donde la vestimenta “normal” debería prevalecer en una manifestación política; transfiriendo la extravagancia y la exageración de los trasvestidos y afeminados a un Carnaval en la ciudad; pasé a aprender y reconocer que la homofobia de la sociedad conservadora y tradicional retumba en horrorosos ecos amplificados al interior de muchos de los homosexuales que he escuchado y leído. Es pues, la homofobia interna, la más cruel y destructiva de las actitudes. Es muy duro de desterrar en nosotros, pues es refrendada por las instituciones religiosas entre otras.

En este año 2012 en que por un momento creí afortunadas las circunstancias que habían dado lugar a celebrar dos días de Marcha, mi alegría y orgullo se ha ensombrecido por la reflexión crítica e información reciente.

Cada 17 de mayo recordamos que la Organización Mundial de la Salud eliminó de la lista de enfermedades mentales a la homosexualidad, como hasta entonces había sido considerada por la sociedad médica. Si bien es un reconocimiento mayoritario, no es un criterio que compartan todos los especialistas en la materia. También es una realidad, que dentro de las estadísticas de trastornos de la personalidad, las personas transgéneros y los homosexuales en segundo lugar, son las poblaciones que más los padecen. Es pues una realidad que la población homosexual requiere un gran esfuerzo social para alcanzar su salud emocional. Los estudios antropológicos revelan que los homosexuales tienen mayores dificultades para colaborar en equipo y tienden al protagonismo en sus acciones, además de un alto índice en distintos grados de mitomanía. Y no porque estas características sean exclusivas de nosotros, sino porque presentan mayor frecuencia.

Apenas va una década en la que la desclasificación permite a la ciencia ver sin prejuicio las diferentes orientaciones, dando lugar a que se genere muy recientemente la información y el conocimiento de las distintas realidades humanas y permitir con ello, que la humanidad vaya cobrando mayores niveles de salud emocional. Es pues, poco el tiempo que las sociedades han tenido para aceptarse cual diversas son.

No tengo los respaldos bibliográficos de lo que les comparto, sin embargo tienen relación con lo que vivo y observo. La realización de dos marchas. La primera el 2 de junio que fue convocada y es patrocinada por los empresarios que ven en la diversidad sexual su mercado. Y la del último sábado de junio, el 30, en que los integrantes politizados y tradicionales se empeñaron en mantener en ese día, viva la lucha por los derechos universales, en memoria de la represión que hubo en Nueva York contra los homosexuales de aquella ciudad.

Es evidente que los líderas sociales, políticos y económicos de los homosexuales no locraron un trabajo en equipo, sino que sucumbieron a sus protagonismos. Seguro que esto no es privativo de nosotros, pues tenemos muchos ejemplos en las organizaciones sociales y en los partidos políticos, donde la práctica democrática arroja más víctimas visibles que la práctica autoritaria porque las mete a sus sótanos o bajo tierra.

Es simple y complicado manifestar el orgullo de ser gay, tan variado como ser mexicano. Estar orgulloso de lo que uno es, incluye verse las partes oscuras y destructivas, porque en la medida que reflexionamos sobre nuestras carencias podemos tomar impulso para transformarnos y tener una salida del closet verdadera, sin cargar con el lastre de la homofobia que aprendimos y los recursos de mentir o esconderse para sobrevivir o de inventar fantasías tomadas como realidad o protagonizar innecesariamente para obtener el reconocimiento.

Este JUNIO GAY se lo gritamos a los oscuros, que desde sus propios miedos nos quieren hacer vivir con miedo, y con solidaridad entre nosotros para en equipo colaborar y transformarnos.

Sábado 2 de Junio, frente a Cinépolis Diana, equipo de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de México.