lunes, 26 de septiembre de 2011

La fiesta de los infartados

Las primeras veces que dentro de un restaurante de cadena y un bar del centro leí los carteles que por reglamento deben publicar los establecimientos en donde afirman que ellos no discriminan por ninguna razón a las personas, sentí cierta molestia por la obviedad, ¡faltaba más! De por sí uno se selecciona antes de entrar en base a la lista de precios o al criterio de formalidad de la marca a la que uno pretende entrar para comer o beber.

Ignoro si esta disposición se aplica sólo en el DF o también en el interior. Lo cierto es que estando en un lugar de baile de famosa marca de cerveza el cartel me invitó al reto de: pararme a bailar tal cual gay soy con otro similar. El principal reto no sería al establecimiento, sino al resto de la concurrencia que vería algo insólito hasta ahora. Las mujeres siempre han gozado de ese privilegio, bailar una con otra, incluso en las fiestas de las familias más conservadoras.

Esto viene a cuenta porque hay familias con hijos gay donde se solicita discreción. A mí mismo me la han solicitado, tan claramente delimitada a no tener demostraciones de afecto físico con otro hombre. Y algunos hombres casi  gay aseguran ser discretos en todo momento, hasta en la cama porque lo que importa a muchos es que los demás no se enteren, ni colocando un vaso sobre el muro. O sea, ese maxicloset tan amado por la gente de buenas costumbres.

Y no es que tenga imperiosas ganas de besar o hacer otras cosas en público, porque para bailar con mis amigos se a dónde ir, pero cuando uno es convidado a departir una gran celebración en salón o jardín de fiestas, los hombres nos tenemos que abstener de bailar entre nosotros, so riesgo de que haya una docena de infartados como lo  publicó alegremente un amigo a través del feis en el momento mismo del baile en el que estábamos.

Creo que de ahora en adelante empujaré a plantear la opción. Con cada invitación con la que sea honrado solicitaré permiso e instrucción previa para bailar o no con chico o chica.

En la última fiesta estuvo rondando por mi cabeza el dichoso cartel obligado para los establecimientos mercantiles, entre los que se encuentran los salones de fiestas. Ellos están obligados a no discriminar, pero su compromiso hasta dónde llega. Creo que su alcance se limita a su actuar institucional, pues no son garantes de que sus usuarios, clientes, comensales no discriminen a otro. Luego entonces requerimos una sociedad solidaria que no discrimine, tarea descomunal para la mexicana, tan habituada al racismo, al clacismo y a distintas y veladas formas de discriminación.

Por lo pronto seguiremos agradeciendo al Caballo Dorado y al Folou de lider que se nos permita bailar “solos”. Queden pendientes de cuando me toque presenciar o inaugurar el primer baile entre hombres dentro de una reunión de restaurante o salón familiar y de cuando eso haya alcanzado el rango de normalidad sin infartos masivos. Cabe destacar y agradecer a la familia Flores Arellano Borgoño su abrigo para mi primer baile con mi novio en sociedad, un 15 de septiembre de 2010.
http://www.youtube.com/watch?v=7uyM408I6Tg

lunes, 12 de septiembre de 2011

No quiero apagar la luz

No quiero apagar la luz del pasillo, es tarde y debo dormir, hace frío y tengo mucho calor bajo las sábanas, como si tuviera fiebre pero sin ningún dolor corporal. Tengo las mismas sensaciones que cuando me dijeron que mamá tenía cáncer. Hoy, mi hijo Caníx no quiere caminar.

Desde el martes, cuando regresábamos de la farmacia al depa, él iba por delante pues era ya hora de la cena y corriendo como lo hacía subía las escaleras. Esas en las que tantos invitados se han venido de sentón gracias al diseño curvo de sus escalones, que además en las dos vueltas que hace los escalones sin descanso se angostan en forma triangular al centro de la espiral ascendente. Como una escalera de caracol.

Caníx tropezó cientos de veces en sus alocados ascensos. A veces veía el pansaso, a veces el hocico. De bajada el trancazo era en su costado izquierdo, tanto así que percudía el muro en ese punto de la escalera, aunque nunca resbaló como nuestros invitados que de sentón solían bajar.

Pues este martes 6 de septiembre, no pude ver lo que sucedió pero mi perro comenzó los alaridos, como cuando atropellan a un perro callejero. Se regresó revolcándose de dolor y gritó por alrededor de un minuto y medio. Ya sin la intensidad, y yo sin saber la causa, pude revisarle la pata por si tuviera algo encajado. Parece haberse torcido o luxado. Algo que me parecía muy extraño en un cuadrúpedo, y si más lógico para los que guardamos el equilibrio en dos extremidades.

Desde entonces Caníx ha estado echado, sin querer caminar, casi ni lo indispensable. Está a expensas de mis movimientos y cuando lo obligo a salir de la farmacia o a la calle. A la segunda, donde antes fiesteaba para salir, hoy lo hace resignado, obligado por la correa y con mediano gusto busca sus preciadas mierdas y miados de otros perros.

Sólo entonces aprovecha mi perro para defecar, orinar y de regreso beber agua. Lo que me ha indicado un estado de deterioro en su ánimo y por ende en su salud. Esta desazón trajo de vuelta a mí ser, las sensaciones que experimenté cuando la vida mi madre comenzó a extinguirse. Hoy parece ser, ha comenzado el declive de mi perro.

Una semana tardé en llevarlo al veterinario. Entre el optimismo de que los que nos torcemos requerimos un período para restablecer la movilidad de la extremidad sin dolor, ayudados por terapias de calor y de movimiento. Y por el otro lado el enojo que él demuestra ante el trato de los veterinarios, vacunadores o peluqueros. Es indispensable el bozal y en algunos casos el tranquilizante.

Hoy fue la consulta, previo zafarrancho para colocarle el bozal. Mi llanto por la impotencia, por la culpa de no haberlo tratado antes, por el miedo que me provoca que me muerda. El tacto de los médicos reveló cierta inflamación en la extremidad, pero aparentemente nada mayor en hueso, pero un punto adolorido de mayor gravedad. Probable desplazamiento de la cabeza del fémur.

La instrucción, una radiografía para saber lo que sucede. El resultado y diagnóstico sugerido por el radiólogo, desgaste de origen degenerativo en la cabeza del fémur. Los médicos veterinarios requieren consultar a uno de mayor experiencia en ortopedia para sugerir una probable operación, aunque a juicio de la imagen hay un total desgaste y deformación del cartílago en el hueso de la pierna. Hay que esperar una semana para obtener la consulta del ortopedista y mientras el perro estará sujeto a una medicación desinflamatoria y de suplemento para articulaciones de condroitina.

Lo más grave del asunto es que por el dolor y la pérdida de la movilidad y fuerza en la pata, Caníx está sumamente asustado, desanimado. Ya tengo de nueva cuenta en el panorama la muerte. Ayer noche tuve su visita, como hace 11 años.