Yo soñé, que cuando tú soñabas, él soñando estaba.
Mientras ella soñara, que nosotros soñamos juntos,
mi sueño con el que ustedes soñaron antier,
sería el que vosotros soñareis mañana.
Cuando
nos referimos a los sueños que experimentamos al dormir, por lo regular
utilizamos el verbo soñar, lo que deja abierta la posibilidad de sentir o
percibir que la materia de nuestros sueños, son sucesos fuera de nuestro
control o no, que dependen de comunicaciones de otros mundos, de otras vidas,
de otras dimensiones, o bien de motores y frenos internos.
Ya
mi madre había sugerido siempre, que podemos planear o desear lo que vamos a
experimentar en los sueños. Hay quienes afirman que la mayor parte de las veces
pueden improvisar durante el sueño, sin despertar y hacer y sentir lo que les
plazca. Otros describen, por el contrario, la total impotencia de detener su
sueño para despertar y abandonar el dolor, el miedo, la fea sensación surgida
durante un sueño.
En
otro momento, ya adulto, también mi madre me compartió que había aprendido que
todos los objetos, personajes, sensaciones, emociones, escenarios, historias y
circunstancias presentes durante un sueño son creaciones exclusivas del sujeto
que duerme. La explicación que algunos creen de que los sueños son mensajes y
contenidos de origen ajeno, como advertencias de nuestros muertos o dioses, de
amados distantes, lugares o personas desconocidos al otro lado del orbe o del
Universo, no ha sido probada.
Pero
el gran cambio, en el concepto de lo que es un sueño, me lo presentó mi amiga
Silvia. Es común decir: Yo soñé. Y ella comenzó su relato de una manera
diferente, como nunca lo he escuchado a nadie más iniciar: Yo hice un sueño…
Y
no es que ella o cualquiera pueda decidir lo que sueña con toda premeditación,
alevosía y ventaja, pero sí es diametralmente opuesto reconocer la absoluta
autoría del contenido del sueño, aún y cuando no entendamos la motivación del
mismo. Modifica el punto de partida. Así dejamos de atribuirle orígenes ajenos
y mejor reinterpretamos nuestras posiciones, sentimientos, emociones, miedos y
deseos con nuestro interior y con lo que nos parece cerano y lejano, al otro
lado del Universo.
Pues
en el uso de este libre albedrío, ayer noche, hice un sueño amoroso. Mi querido
Caníx fue el protagonista, él me daba una función de teatro o representaba un
pequeño sketch en donde asumía el personaje de un gato y en otros momentos como
si estuviera recorriendo, cual perro, un jardín con árboles, plantas y muchas
esquinas para marcar en su territorio. Su director de escena había sido Marcel,
mi amigo francés, quien le había puesto el montaje y lo dirigía desde la
cocina. Caníx era mejor histrión que un perro amaestrado, pues lograba
expresiones faciales de inteligencia, interés y alegría, deambulaba en distintas
posiciones, simulando que alguna “presa” le atraía, un pajarito en el pasto,
otro perro paseando. Cuando hizo de gato, se contoneaba cual sensuales son
aquellos, que Caníx tiene lo suyo (es un perro muy sensual), sobándose entre
las patas de las sillas y las piernas del auditorio que lo veíamos extasiados
de felicidad. Éramos mi madre y mis primas, ella desde la cocina y ellas en el
comedor. Yo en la sala, vimos todo el número, mientras Marcel daba ciertas
señales casi imperceptibles para mí, y por supuesto que desconocidas, pues él y
Caníx habían preparado en secreto la función. Yo imaginaba que el espíritu de
Marceau, el mimo, había sido importantísimo en la preparación de mi perro.
Fue
un sueño breve y lindo, con tal energía que al finalizar cobré consciencia de
que había hecho y vivido una formidable historia, y sin despertar tomé la
decisión de escribirlo al despertar hoy lunes. Es extraño ese momento, en que
sin despertar, pues no abro los ojos, y mientras me acomodo en la cama
nuevamente para continuar durmiendo, decido repasar las escenas y refuerzo la
necesidad de contarlo escribiéndolo.