Pueblo
indolente, de miserables que no hacen nada para cambiar el rumbo de la Patria …
Así
se refirió Apolonia (Policarpa) Salavarrieta “La Pola ” al pueblo de
Cundinamarca, Santa Fé de Bogotá, en el momento previo a su fusilamiento,
ordenado por el representante del Rey de España en el Virreinato de la Nueva Granada.
Una
telenovela colombiana, realizada para celebrar el Bicentenario de su Independencia y que fue transmitida con los más altos índices de audiencia (allá,
porque aquí estuvo perdida en el horario de las 3pm en Canal 28) durante su
transmisión que finalizó el mismísimo día en que se celebró la fiesta nacional
por la culminación de las guerras de independencia (27 julio 2011), me ha
entretenido, divertido, emocionado e ilustrado en los últimos meses y hasta hoy
13 de julio.
Una
historia basada en hechos reales, pero novelada en las historias personales,
íntimas y familiares de sus protagonistas. Mostró que una mujer mestiza, fue
forjada por los hechos de discriminación y explotación, hija de un campesino,
con una decena de hermanos, y la enseñanza que de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano llevó a su espíritu a través de la traducción al español que hiciera
Antonio Nariño, hombre de origen noble y que pagó con la cárcel y el destierro
semejante afrenta al estado de cosas monárquico.
Sirviendo
para otra familia de origen noble, la de un Oidor de su Majestad, a escondidas
de su padre, aprendió a leer y a escribir, ilustrándose con los textos de la
mexicana Sor Juana Inés de la Cruz. Ella
por su condición de mestiza sirviente de los americanos peninsulares, pudo
articular en distintos momentos, los anhelos y las ideas de libertad e igualdad
que sentían y guiaban tanto a hombres de origen noble, como campesinos mestizos
y mulatos, esclavos de origen africano, empresarios ibéricos y americanos
manchados de la tierra y mestizos con familiares indios. En la teleserie
incluso se le mostró como una excelente embajadora entre géneros, o entre los
sexos, pues hasta ese tiempo era inconcebible que una mujer participara de la
cosa pública y actuara en pleno campo de batalla y con decisiones para la
guerra.
La
creación colombiana La Pola ,
fue además de un valioso homenaje a la historia Patria de América, un esfuerzo
por posicionar en equidad los papeles de las mujeres y los hombres. A lo largo
de la emisión, se mostraron los cambios graduales en la construcción de sus
propias convicciones, pues como mujer criada en el siglo XVI tuvo que
evolucionar sus propias ideas de subordinación con las que fue educada, de
obediencia a la Iglesia
y a la autoridad masculina, hacia una convicción plena de su ser femenino y
deseoso de libertad, de su ser mujer igual de valiosa que el hombre del que
ella estuvo enamorada y a quien tuvo que obligar a crecer y salir de su propio
encasillamiento machista de género.
Junto
con ella, observamos adquirir conciencia a los conformistas con el régimen
monárquico, con el régimen de castas y de clases, con la inequidad de género,
con la injusticia económica, con la desigualdad frente a las leyes por razón
racial, económica y de origen. Unos pasaron de ser defensores absolutos del Rey
de España, a ser defensores de la soberanía americana. Otros dejaron su aire de
superioridad por pertenecer a una clase o a una raza, a reconocer lo valioso y
armónico de considerarnos en igualdad entre los humanos. Los hombres ilustres,
muy versados y leídos tuvieron que aceptar la igual capacidad de las mujeres
para entender, opinar, crear e innovar a la par suyo.
Por
su alto realismo, la historia novelada no tuvo los aires acartonados que yo he
sufrido en las producciones históricas de la televisión mexicana, donde los
próceres son cuidadosamente interpretados como sujetos poco humanos.
Fue
muy emocionante observar las dificultades que se presentan en la construcción
democrática de un país, particularmente la oposición que implementan los
empresarios y las familias que temen perder sus “privilegios”. El mismo miedo
al socialismo o al comunismo que hoy existe, existió antes de las propuestas
marxistas. Y extrañamente esos mismos nobles de entonces, comerciantes otros,
hacendados, convencían y dominaban a sus sirvientes, trabajadores y esclavos,
apoyados siempre en la Santa Madre
Iglesia, no así algunos sacerdotes que como en México José María Morelos y
Pavón, tenían inteligencia y valor para enmendar y corregir lo que la jerarquía
les mandaba, encomendándose a los valores superiores dictados desde el
Vaticano.
En
la historia colombiana, los años en que se libró una guerra intestina, entre
bandos federalistas o centralistas, entre monarquistas y patriotas, fue llamada
de los años bobos. Muy a doc el nombre para los años bobos mexicanos 2000 a la fecha, en donde no
hemos sido capaces de consolidar un régimen auténticamente demócrata, pues a la
mayoría la continúan mareando los mismos empresarios y sus empleados, ambos
temerosos de perder sus privilegios, que hoy no son tener algún título de
nobleza o prestigio por no ser mestizos o de origen ibérico, sino que hoy son
sus autos, sus casas y sus membresías y hábitos consumistas.
Hoy
que siento por todos lados, que vivimos en un México de Los Miserables, el
personaje colombiano reclamó a todos los reunidos en la plaza principal de
Santa Fe el día de su fusilamiento, con la misma palabra. Parece fuerte
atribuir la calidad de miserable a otro, sin embargo, Víctor Hugo hizo una
relato extenso sobre las diferentes maneras que tiene la humanidad para ser
miserable consigo misma, creída que sólo le está haciendo daño “al otro” en el
afán de “sobrevivir”.
También
sabemos que la madre de todas las miserias es la pobreza, y es en ella, en la
miseria económica que está inmersa la inmensa mayoría de los mexicanos. Esta
miseria permite el comportamiento miserable de servir a la causa de otros
miserables, promoviendo el voto y vendiéndolo para que las cosas se mantengan
sin cambio. Se juntan y asocian los que viven conformes y bajo el poder
corrupto; pero que son de ética y moral miserables; con los que sin dinero, en
medio de la miseria económica no tienen consciencia de su libertad y aceptan su
sensación de imposible escapatoria de la explotación y la opresión. Ambos
ejecutan corruptelas, fraudes y cohechos de los que otros no se indignan, pues
sus bienes personales y familiares quedaron “a salvo”, ya que mantienen sus
empleos y prefieren no sumarse a la indignación por los abusos e injusticias
que la sociedad vivimos, acogiéndose a su miserable moral, que les acojona para
ser solidarios, y gritar su indignación por las corruptelas y los fraudes
cometidos. Hoy prefieren algunos tragarse el cuento de que tuvimos una elección
honesta en un país justo: el México de los Miserables.
Parece
que un libro de cabecera debiera ser aquél donde se muestre que hay hombres y
mujeres que dan la vida en aras de un ideal colectivo terrenal, en el que todos
mejoremos nuestras condiciones de vida, y si somos o creemos ser de los
privilegiados, sintamos la empatía con los que no lo están. Y para los que no
leemos lo suficiente, nos vienen bien las vidas de los luchadores sociales
llevadas al cine y a la televisión.
Algunos
reprueban o rechazan el papel rebelde en las personas, de crítica constante e
indignación contra las injusticias de cualquier tipo. Se les ocurre sugerir que
hay una amargura constante en esos afanes, un dolor subyacente y un rencor perenne,
en lugar de contemplar que son valores superiores, de optimismo y alegría que
nos permiten mantener la vida y no claudicar en aras de lo que pensamos es una
sociedad mejor. Aún y cuando no nos alcance la vida para verla.
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