viernes, 20 de mayo de 2011

Yo discriminador

¡Mamá, mamá! Gritó horrorizado el pequeño Enrique cuando vio a un hombre negro caminando hacia él. En otro lugar del mundo, en otra época, los niños de una isla japonesa llegaron asustados gritando que habían visto hombres con los ojos completamente blancos, como zombies. También me imagino a algunos de mis sobrinos corriendo y gritando igualmente asustados si me vieran dándome besotes con un hombre.

Ese miedo a lo desconocido es natural y alcanza el rango de discriminación cuando en torno a ese miedo se teje una estúpida historia que lo justifique y que en lugar de acercarse a lo desconocido, lo aleje como algo temible y peligroso.

Enrique era un niño. Mexicano de padres rubios, ojos azules y grises, apellidos europeos, aunque muy bien habituados al maíz y al picante. Esa mañana que decidió alejarse de sus padres y correr en los pulidos pisos del aeropuerto se topó con un hombre de raza africana y cabellera afro porque fue en los setentas.

El cazo de los niños japoneses se sabe que fue durante un desembarco norteamericano durante la segunda guerra mundial. Los niños jamás habían visto extranjeros de ojos verde, azul y gris, por lo que describieron a los hombres de ojos blancos.

De mis sobrinos espero que nunca me sorprendan, ya que sus padres me han solicitado mantener en discreción mis manifestaciones de afecto hacia mis parejas.

Es contradictorio que las sociedades con tradición judeocristiana tengan tan profundas raíces de discriminación, ya sea por diferencias raciales, económicas, religiosas y o culturales. ¿Por qué en veinte siglos de repetir la orden de amar al prójimo, ha sido desatendida? Aún por los promotores de la vida cristiana.

¿En qué contribuyo yo, para cultivar mi miedo y devaluar al prójimo a través de discriminarlo?

Los esfuerzos contra la homofobia; es decir, ese miedo que familiares, amigos, vecinos y gobernantes tienen a las personas que tenemos sexo con personas de nuestro mismo sexo; van de la mano con los esfuerzos contra el machismo, que es la devaluación que se ejerce sobre las mujeres por el miedo que se le tiene a su fuerza sexual, reproductiva y de crianza, y también de la mano con los esfuerzos contra el racismo, que es el miedo que se le tiene a las culturas originarias de México, en nuestro caso; y de la mano con los esfuerzos contra el clasismo, que es el miedo a que los pobres y su cultura invadan y compitan en espacios de la gente con poder económico.

Hay un ingrediente que suele olvidarse y aunque pareciera el miedo a lo desconocido, también es un miedo a un rasgo o características propias y que no hemos explorado. Es decir, en el caso de la homofobia es un miedo a la propia homosexualidad, aún y cuando vivas y te pienses heterosexual, seguro hay rasgos o características que te asustan porque sientes bonito, eróticamente hablando, de ver, escuchar, oler o sentir algo que venga de un ser de tu mismo sexo. La homofobia de un individuo, sea familiar, amigo y vecino, la puedo entender y enfrentar, pues muchos homosexuales, hemos vivido el mismo miedo.

Cuando esta homofobia alcanza otros niveles, es decir, que se convierte en conductas institucionalizadas como por ejemplo en las iglesias, u organizaciones políticas y peor aún, oficinas gubernamentales, la denuncia y la actividad que toda la sociedad debe realizar es la de una protesta masiva y estridente, pues no es razonable que desde el púlpito, desde la tribuna o desde el poder económico y legal, se promuevan acciones de discriminación por la orientación sexual.

Por eso es que el 17 de mayo se ha establecido como el día internacional contra la homofobia, en el que se recuerda a los gobiernos y a las sociedades del mundo, que los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos, sin importar su orientación sexual, y que es deber de cada ser humano detener cualquier tipo de acción de discriminación, en particular las que surgen desde las instituciones.

http://www.youtube.com/watch?v=SP9yed7ckV4

martes, 10 de mayo de 2011

A todas emes...

En mi sentir es claro que no todas las mujeres quieren ser madres, es decir, no todas poseen el instinto maternal, aún y cuando ya hayan parido.

De las que tienen instinto maternal, no todas pueden engendrar y su alternativa es la adopción.

Todas las mujeres tienen también otros intereses. Sus talentos, su profesión, sus amores, su cuerpo y su sexualidad.

Desconozco la edad en la que para los humanos es indispensable la presencia y el acompañamiento de una madre. Hay un texto de origen budista que afirma que el abandono sucede al instante de nacer, por lo que parecería que las madres no son indispensables a partir del parto. Y toda percepción de que el vínculo es necesario, es sólo una puesta en marcha del sufrimiento de los nuevos humanos. Nos propone así el desapego de los brazos y de la chichi para ser, si no más felices, responsables absolutos de nuestras vidas.

La libertad de pensar que ejercemos en este siglo, nos permite abordar por ejemplo el tema de que si una mujer decide no ser madre, adopte las medidas necesarias para vivir de la manera en la que ella ha decidido, sin que sea obligada, mas que por su conciencia a hacer lo que debe hacer para vivir mejor.

Como en las pasadas semanas estuve librando una batalla de ira y resentimiento contra mi ma’ Lucha, a quienes todos queremos tanto, y “gracias” a que ella me dio la libertad de rebelarme y erizarme en su contra, hice un compendio de dolorosas historias entre madres e hijos y viceversa. Entre comillé el agradecimiento a mi libertad, porque me faltaron los límites para reconocer mi responsabilidad y entender mis enojos. Fue gracias a los amigos que me acompañaron en estas semanas que finalmente me di cuenta de que la ira era resultado de mis frustraciones y que aunque nada tenían que ver con el abandono del que fui objeto, me regodeé un rato en sentirme dolido contra mamá.

Porque me abandonaste y me hacías falta. Esa fue la respuesta que una madre recibió al tratar de entender por qué el quinto de sus once hijos se había dado a las drogas. Y ¿por qué, sólo uno de los once había sentido eso y resuelto así?, esa fue su siguiente incógnita.

Lo que recuerdo de mi papá es que él era el cariñoso, porque mi madre significaba puros golpes.

Mi madre llegó a patearme tirada yo en el piso, y a ti también te pegó, un montón de veces en la boca, por respondona ¿no te acuerdas?

¡Que te mueras, no te quiero volver a ver! Le dijo a su hijo cuando se fue con los zapatistas porque no le dio permiso de tener novia. ¡No madre!, no le diga eso, porque la maldición de la madre “alcanza”, le espetó su otra hija. A los meses el chamaco iniciado de guerrillero, estaba mal herido más allá de Cuautla. Quedó paralítico.

¡No!, si mi madre es muy abierta, muy liberal y comprensiva, pero con los demás. A nosotras nos llegó a tildar de putas por nuestra forma de vestir en la adolescencia. No tiene la misma comprensión ni es tan abierta con nosotras.

Cuando mi padre se fue de casa, mamá se apoyó en mí que sólo contaba doce años. Fue muy duro darle soporte. A mis hermanos y a mi, también nos hacía falta papá. Estuve muy enojada por el peso que me depositó al ser la mayor.

¡No!, si mi madre tiene terrenos y casa, es gracias a que nos dio de comer pura mortadela, nopales y charales.

¿Te importó más el culo que m’hijo?, le reclamó mi padre a mamá cuando le contó que al parar el autobús en Ixmiquilpan para ir al baño, me dejó de meses en el asiento. A media evacuación, el autobús arrancó conmigo a bordo, para luego, desesperadamente alcanzarlo en el ascenso a la sierra con la ayuda de un buen taxista.

Mi madre me dejó con un tío. Ella se fue a la capital para buscar dinero. Mi tío me golpeaba y me mataba de hambre. Un tiempo me enterraron hasta la cintura para curarme de las piernas (raquitismo). Cuando ella volvió al rancho, estaba irreconocible. Vestía un abrigo largo y usaba gafas oscuras y maquillaje.

A quien la parió no la conozco. Al parecer por pobreza económica y moral abandonó a su hija recién nacida en el hospital de la ciudad. Ella se volvió a la sierra.

Si tu padre no les dio madrastra, le debes total dedicación y cuidado hasta su muerte. Eso le dijo al morir su abuela a mi tía cuando era una niña. Se quedó señoritísima para cumplir su misión.

¡Estoy mal, me siento muy mal! Decía con voz desgarrada por teléfono a su hijo, a quien le había marcado después de tomarse sendos tragos de limpiador. Pues en lugar de llamarme a mí, márcale a la ambulancia, nos vemos al rato, él le respondió.

¡Sáquenla de aquí! Que no ven que mi madre no quería que ella estuviera en su funeral. Y bañada en lágrimas mi tía abandonó la funeraria en lo que algunos intervinieron para calmar a sus hermanos agresores. Cuando pregunté a mi madre el por qué de tales alegatos, me confió que la estricta moral religiosa de la muerta, la hacía sentir obligada a rechazar, reprobar y señalar a su hija no casada por la ley católica, por lo que había dispuesto esa estupidez en vida.

Había sido un fin de semana de diversión familiar. El campo, la cascada y para terminar la calurosa  jornada, un buen chapuzón en un balneario regio. De pronto a mi tía le comenzó una taquicardia, una sofocación tal, que angustió sobre manera a mis primos. Hubo que apresurarse para guardar todo y abordar las camionetas para dejar el centro de recreo. Tuve entonces la fortuna de estar de cerca con mi tía. Yo no sentí que estuviera muy mal, aunque mis primos iban manejando con rapidez para llegar a la ciudad. Conversando de los síntomas con ella, le sugerí que parásemos en el primer consultorio médico de una farmacia de similares. Ante su negativa comprendí que la maravillosa actriz, estaba en el papel de su vida: Mamá chantaje.

Yo tenía como trece años cuando ese fulano llegó a pedir mi mano, mi madre enfureció, pues era su hombre. Y en lugar de enojarse contra él, yo fui el destino de toda su ira, sus celos y locura.

Todas estas historias forman parte de mis madres. En homenaje a las mujeres y a los hombres que recibieron y perdonaron una mala enseñanza, un maltrato, una injusticia, el abandono y la vida de su madre.

Porque a las madres siempre les seguirán homenajeando, aunque aún se les siga escamoteando, como lo hice, el derecho a ser imperfectamente humanas.

Con amor por la mía, con cariño por las que viven y con agradecimiento por todas las que me han acompañado.

domingo, 8 de mayo de 2011

Me hicieron falta muchos. Mucho me hicieron falta. 8 de mayo 2011

Por muchos años yo tuve la certeza de que, a quienes secuestraban eran personas con recursos o que ostentaban tenerlos. También he sentido que quienes mueren a manos de los narcos son porque algún vínculo tienen con ellos, como por ejemplo ser consumidores de drogas.

Fue hasta el año de 2007 donde tuve certeza de que la cosa ya no era como la sentía. Mis primos me dieron la terrible noticia de que una prima nuestra había sido secuestrada y muerta. Yo no estuve informado durante la tragedia, sino tiempo después del fatal desenlace.

Ella fue invitada por un excompañero de la secundaria a una reunión de nostalgia en Galerías Coapa. Mis tíos la llevaron y la dejaron ahí. Jamás volvió. Fueron sometidos a un chantaje y a duras penas pagaron un rescate por el que no obtuvieron la libertad de su hija. Quedó la certeza de que integrantes de la policía estuvieron involucrados. Su cuerpo fue encontrado en el Estado de México y en un par de meses la banda fue llevada al proceso judicial mexicano, con sus lamentables resultados. Los secuestradores eran menores de edad y mi prima no fue la única víctima del mismo grupo de excompañeros de esa secundaria de Coyoacán.

No estuvo en mis manos hacer algo por ella. Como les he dicho, aunque es mi familiar, no nos veíamos con frecuencia. No imagino cómo puede reconstruirse la vida de su hermano y de sus padres. El tiempo y la confianza en la fuerza interior que todo ser humano posee.

La mayor parte del tiempo he sentido que esa violencia me es lejana, me he defendido así para no vivir con miedo. Lo cierto es que en el 2007 se acercó de esa manera. Los robos y asaltos de otros amigos y familiares, al no ser fatales, los tengo como parte de lo cotidiano. Muy lamentable.

Los previos a la Marcha silenciosa por la paz que encabezó el señor Sicilia me hicieron recordar a Jessica Cano Román. Hija de tía Blanca Román Gómez, nieta de tía Natalia, familiares por parte de mi abuela materna, que tienen sus raíces en Buenavista de Cuéllar Guerrero.

Mi amiga Ara, vivió y sobrevivió a un secuestro expres.

Al ver las rebeliones populares y pacíficas en Egipto veo que la inconformidad en México es aún muy lejana de los corazones. Hay mucha confusión en la sociedad para definirse contra la violencia. Muchos siguen creyendo que es necesaria, legítima y útil. Que las acciones del gobierno si no acertadas, no hay para dónde moverse. La imaginación colectiva para exigir que los funcionarios hagan otra cosa no da para más. La enorme mayoría sigue creyendo que no hay otra manera de hacer las cosas y siguen ciegos ante el involucramiento de la clase política con la delincuencia organizada.

En la Marcha estuvimos los menos de este país. Los pocos que nos conmovemos con las historias como la de Jéssica. Dentro de la Marcha algunos tuvieron la sensación de llegar a las 500 000 personas. Seguro que 40 000 almas sí nos acompañaron, las de los muertos que lleva este sexenio. Mucho dolor plasmado en mantas, carteles, volantes. Fotos de mucha gente de la que no se sabe dónde yace su cuerpo.

Temo que sean necesarias las muertes de muchos más hijos, para que sus padres cobren la fuerza para transformar nuestra descompuesta sociedad. La filosofía de que el único cambio viene de transformarse individualmente y ser “buenito” me deja un sabor de renuncia a sentirse parte de la sociedad. Quizá esos que creen que con sólo arar su parcela de buena manera es suficiente, también han comenzado a descomponerse sin darse cuenta.

Muchos me hicieron falta, muchos nos hicieron falta.

lunes, 2 de mayo de 2011

Sueño de 1º de mayo 2011

Soy empresario, vivo el sueño global de “todo mundo”. Heredé mi hacienda. Es resultado de la acumulación por el trabajo de mis ancestros. Trabajo más que un asalariado y por tanto me lo merezco.

Extrañamente todos los que trabajan bajo un salario han olvidado que el sueño no es vivir como el dueño del changarro que soy. Claro, su sueño ha de ser el poseer una fábrica pequeña de un producto con suficiente mercado para que sustente los rendimientos de su inversión.

Es un sueño colectivo surgido en nuestros antepasados, porque trabajaron para un patrón a quien vieron vivir de manera muy diferente y holgada, el contraste de su dura faena con los placeres a los que pocos tienen acceso.

También en el pasado y hoy más fuerte que antes, el sueño global es mantenido, reforzado y marcado de manera indeleble en muchas mentes.

Hoy, existe un aparato de espectáculos montando las crecientes adicciones, las guerras que no son nuestras por el petróleo y contra el narcotráfico, el surgimiento de mitos, santos, nuevas religiones, principados y reinos. La finalidad del montaje es que te olvides de que sigues siendo trabajador, explotado con una larga jornada y con un bajo ingreso, que no corresponde con las utilidades de la empresa para la que trabajas.

El trabajador; que comenzó en la era industrial a volverse tan esclavo como en las sociedades pre-feudales y que aspiró a una jornada de 8 horas máximo; hoy se emplea con agradecimiento hasta 13 horas al día. Quien acepte la ley del mercado estará sujeto a que la retribución de la abundante mano de obra se devalúe hasta donde la razón financiera lo desee.

En México la aspiración del Presidente de la República es que tengamos una reforma laboral, “por los jóvenes”, pues ahora ellos deben trabajar en lugar de tener garantizada su formación y su esparcimiento.

Durante un siglo y un poco más, los avances tecnológicos han desempleado a los humanos en beneficio de la reducción de costos. Las razones financieras por encima del interés social.

Se aspiraba a tener cobertura médica socializada y hoy en México se sigue vulnerando el concepto, pese a que en los países desarrollados sigue siendo la medicina socialista un importante garante de beneficio colectivo.

Se nos sigue convenciendo de que debemos pensar como empresarios. Ajá. El discurso se lo han tragado muchos creyendo que no tienen derecho a la riqueza que generan. Tal es el caso de las víctimas de grupo Carso, pues se laurea al hombre más rico del mundo y ninguna de sus empresas tiene sindicatos dignos, remuneraciones satisfactorias y tampoco nos provee de bienes de calidad. Es extraño que no exista un análisis público y pormenorizado de que todos los millones que “él gana”, por minuto, son el resultado de los miserables salarios de Sanborn’s, por poner un ejemplo y de sus maravillosas prestaciones en uniformes de bleisers rojos de fina tela.

Ojalá todos los que trabajan recuperen el sueño que alguna vez fue propuesto por otros más jodidos: Una jornada de menos tiempo, que permita tener familias más integradas y felices, con mayores días de vacaciones e instituciones médicas socializadas con mejores administradores de los recursos de los trabajadores.

Hace algunas décadas los sindicatos del hierro alemanes negociaron reducir producción para influir en las razones financieras de las industrias. En México se han engolosinado con desprestigiar la organización obrera gracias al modelo de corrupción de los regímenes priístas, porque no sólo convenían al interés de los políticos en turno, sino también a los socios inversionistas que prefieren tranzar con un político corrupto que democratizar los sindicatos de sus industrias.

Yo mantengo mi sueño por una jornada laboral de menos de 8 horas, con una cobertura suficiente y generosa en servicios médicos, en donde la colaboración de sindicatos y grupos industriales desarrolle avances tecnológicos que dignifiquen al hombre y no lo devalúen como hasta ahora. Aunque no tengo derecho a ese sueño, porque soy un pinchempresario, de esos que tanto orgullo le representan a los gobiernos blanquiazules.