Soy empresario, vivo el sueño global de “todo mundo”. Heredé mi hacienda. Es resultado de la acumulación por el trabajo de mis ancestros. Trabajo más que un asalariado y por tanto me lo merezco.
Extrañamente todos los que trabajan bajo un salario han olvidado que el sueño no es vivir como el dueño del changarro que soy. Claro, su sueño ha de ser el poseer una fábrica pequeña de un producto con suficiente mercado para que sustente los rendimientos de su inversión.
Es un sueño colectivo surgido en nuestros antepasados, porque trabajaron para un patrón a quien vieron vivir de manera muy diferente y holgada, el contraste de su dura faena con los placeres a los que pocos tienen acceso.
También en el pasado y hoy más fuerte que antes, el sueño global es mantenido, reforzado y marcado de manera indeleble en muchas mentes.
Hoy, existe un aparato de espectáculos montando las crecientes adicciones, las guerras que no son nuestras por el petróleo y contra el narcotráfico, el surgimiento de mitos, santos, nuevas religiones, principados y reinos. La finalidad del montaje es que te olvides de que sigues siendo trabajador, explotado con una larga jornada y con un bajo ingreso, que no corresponde con las utilidades de la empresa para la que trabajas.
El trabajador; que comenzó en la era industrial a volverse tan esclavo como en las sociedades pre-feudales y que aspiró a una jornada de 8 horas máximo; hoy se emplea con agradecimiento hasta 13 horas al día. Quien acepte la ley del mercado estará sujeto a que la retribución de la abundante mano de obra se devalúe hasta donde la razón financiera lo desee.
En México la aspiración del Presidente de la República es que tengamos una reforma laboral, “por los jóvenes”, pues ahora ellos deben trabajar en lugar de tener garantizada su formación y su esparcimiento.
Durante un siglo y un poco más, los avances tecnológicos han desempleado a los humanos en beneficio de la reducción de costos. Las razones financieras por encima del interés social.
Se aspiraba a tener cobertura médica socializada y hoy en México se sigue vulnerando el concepto, pese a que en los países desarrollados sigue siendo la medicina socialista un importante garante de beneficio colectivo.
Se nos sigue convenciendo de que debemos pensar como empresarios. Ajá. El discurso se lo han tragado muchos creyendo que no tienen derecho a la riqueza que generan. Tal es el caso de las víctimas de grupo Carso, pues se laurea al hombre más rico del mundo y ninguna de sus empresas tiene sindicatos dignos, remuneraciones satisfactorias y tampoco nos provee de bienes de calidad. Es extraño que no exista un análisis público y pormenorizado de que todos los millones que “él gana”, por minuto, son el resultado de los miserables salarios de Sanborn’s, por poner un ejemplo y de sus maravillosas prestaciones en uniformes de bleisers rojos de fina tela.
Ojalá todos los que trabajan recuperen el sueño que alguna vez fue propuesto por otros más jodidos: Una jornada de menos tiempo, que permita tener familias más integradas y felices, con mayores días de vacaciones e instituciones médicas socializadas con mejores administradores de los recursos de los trabajadores.
Hace algunas décadas los sindicatos del hierro alemanes negociaron reducir producción para influir en las razones financieras de las industrias. En México se han engolosinado con desprestigiar la organización obrera gracias al modelo de corrupción de los regímenes priístas, porque no sólo convenían al interés de los políticos en turno, sino también a los socios inversionistas que prefieren tranzar con un político corrupto que democratizar los sindicatos de sus industrias.
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