domingo, 8 de mayo de 2011

Me hicieron falta muchos. Mucho me hicieron falta. 8 de mayo 2011

Por muchos años yo tuve la certeza de que, a quienes secuestraban eran personas con recursos o que ostentaban tenerlos. También he sentido que quienes mueren a manos de los narcos son porque algún vínculo tienen con ellos, como por ejemplo ser consumidores de drogas.

Fue hasta el año de 2007 donde tuve certeza de que la cosa ya no era como la sentía. Mis primos me dieron la terrible noticia de que una prima nuestra había sido secuestrada y muerta. Yo no estuve informado durante la tragedia, sino tiempo después del fatal desenlace.

Ella fue invitada por un excompañero de la secundaria a una reunión de nostalgia en Galerías Coapa. Mis tíos la llevaron y la dejaron ahí. Jamás volvió. Fueron sometidos a un chantaje y a duras penas pagaron un rescate por el que no obtuvieron la libertad de su hija. Quedó la certeza de que integrantes de la policía estuvieron involucrados. Su cuerpo fue encontrado en el Estado de México y en un par de meses la banda fue llevada al proceso judicial mexicano, con sus lamentables resultados. Los secuestradores eran menores de edad y mi prima no fue la única víctima del mismo grupo de excompañeros de esa secundaria de Coyoacán.

No estuvo en mis manos hacer algo por ella. Como les he dicho, aunque es mi familiar, no nos veíamos con frecuencia. No imagino cómo puede reconstruirse la vida de su hermano y de sus padres. El tiempo y la confianza en la fuerza interior que todo ser humano posee.

La mayor parte del tiempo he sentido que esa violencia me es lejana, me he defendido así para no vivir con miedo. Lo cierto es que en el 2007 se acercó de esa manera. Los robos y asaltos de otros amigos y familiares, al no ser fatales, los tengo como parte de lo cotidiano. Muy lamentable.

Los previos a la Marcha silenciosa por la paz que encabezó el señor Sicilia me hicieron recordar a Jessica Cano Román. Hija de tía Blanca Román Gómez, nieta de tía Natalia, familiares por parte de mi abuela materna, que tienen sus raíces en Buenavista de Cuéllar Guerrero.

Mi amiga Ara, vivió y sobrevivió a un secuestro expres.

Al ver las rebeliones populares y pacíficas en Egipto veo que la inconformidad en México es aún muy lejana de los corazones. Hay mucha confusión en la sociedad para definirse contra la violencia. Muchos siguen creyendo que es necesaria, legítima y útil. Que las acciones del gobierno si no acertadas, no hay para dónde moverse. La imaginación colectiva para exigir que los funcionarios hagan otra cosa no da para más. La enorme mayoría sigue creyendo que no hay otra manera de hacer las cosas y siguen ciegos ante el involucramiento de la clase política con la delincuencia organizada.

En la Marcha estuvimos los menos de este país. Los pocos que nos conmovemos con las historias como la de Jéssica. Dentro de la Marcha algunos tuvieron la sensación de llegar a las 500 000 personas. Seguro que 40 000 almas sí nos acompañaron, las de los muertos que lleva este sexenio. Mucho dolor plasmado en mantas, carteles, volantes. Fotos de mucha gente de la que no se sabe dónde yace su cuerpo.

Temo que sean necesarias las muertes de muchos más hijos, para que sus padres cobren la fuerza para transformar nuestra descompuesta sociedad. La filosofía de que el único cambio viene de transformarse individualmente y ser “buenito” me deja un sabor de renuncia a sentirse parte de la sociedad. Quizá esos que creen que con sólo arar su parcela de buena manera es suficiente, también han comenzado a descomponerse sin darse cuenta.

Muchos me hicieron falta, muchos nos hicieron falta.

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