Desde pequeño mi madre me enseñó los nombres de muchas plantas y animales, en algún momento comencé a reconocer tórtolas, saltaparedes, primaveras, gorriones, verdines y palomas como los más comunes en Tlatilco, Azcapotzalco.
Las tórtolas con su peculiar sonido, los saltaparedes con sus brinquitos en el suelo y su capacidad para posarse sobre los muros y escudriñarlos seguramente a la caza de insectos. Las primaveras como las más grandes, café oscuro en su dorso y pecho amarillo. Del que aprendí como gorrión, más bien leo hoy que es pinzón mexicano con sus machos rojos y que eran capaces de dialogar con mis silbidos mientras ellos observaban posados en las antenas de televisión de la azotea. Los verdines era muy extraños y pequeños con un verde lumínico y las palomas tan abundantes en las iglesias y plazas públicas. Todas estas especies viviendo en libertad.
Sabía yo que en casa, a la muerte de mi abuela, mamá tuvo que rematar un centenar de aves, pues mi abuela apreciaba los canarios y jilguero. Estos los conocí en la casa de mis bisabuelos en Iguala, Guerrero, a donde les colocaban alpistes vainas y el delicioso plátano macho con mosquitos para el jilguero.
Los loros y pericos, me parecían una mascota que llegué a conocer visitando familiares y amigos. La diversión era escucharlos imitar voces humanas y sonidos diversos de los hogares.
Un ave que anunciaba que habíamos llegado a tierras calurosas, era el zanate, ave muy abundante en la arbolada junto a la caseta de paje en Iguala y muy insistentes en las playas de Acapulco, queriendo robar un bocado de nuestras viandas.
Gradualmente, esta ave comenzó a llegar a Tlatilco y a desplazar a las aves más pequeñas que conocí en la infancia. El verdín tiene mucho que no lo veo. A los colibríes los pude admirar gracias al Pirú que había plantado mi abuela y cuyas ramas colgantes eran idóneas para que estos pequeñuelos hicieran sus nidos ahí, a la altura de las ventanas del departamento. Así pude ver la crianza de un par de familias de estas aves tan pequeñas como agresivas, con otras aves y con nuestra presencia en las ventanas.
La llegada de los zanates la relacioné con el calentamiento global. Ya sabemos que el mosquito que transmite el dengue, también está alcanzando regiones altas, antes no aptas para su vida y sus contagios.
En Acapulco recuerdo haber observado cerca del Zócalo, en la calle Cuauhtémoc, entre la Costera y la calle Morelos, cómo llegaban por cientos a dormir las tórtolas en los cables de energía eléctrica. También observé, que las tórtolas de tierras tropicales parecían de cuello más largo que las regordetas de la CdMx.
En Las Anonas, en Aquismón San Luis Potosí me tocó ver por primera vez una familia de pericos o loros volando en libertad, al pie de la Sierra.
Lo que ha motivado compartir hoy estas palabras, es la sorpresa que comencé a experimentar desde hace unos cuatro años, al ver decenas de pericos verdes en libertad en el Parque Tezozómoc en Azcapotzalco. Primero no daba crédito de ver un árbol seco lleno de dichos pajaritos, dudaba del color que veía, por estar ese día medio nublado, pero al acercarme pude constatar que eran verdes y con su pico grueso. Los supuse ahí, como parte de un proyecto de rescate ambiental en dicho parque público. Un par de años después vi otra familia de dos parejas anidando en los invernaderos que hay en el Parque Bicentenario. También los creí invitados por humanos para formar parte de los ecosistemas que ahí se propician artificialmente con los invernaderos del parque.
Una tarde caminando por Tlatilco vi pasar una familia como de 6 pericos volando de sur a norte... muy rara escena y con ningún testigo con quien pudiera comentar si había visto bien o no.
Lo que finalmente me sorprendió mucho y confirmó que a la CdMx habían llegado parvadas de pericos, fue la presencia de cientos de ellos, con sus nidos en el Parque Gustavo A. Madero en el cruce de Av. de los Insurgentes y Prol. Misterios, al pie de la Sierra de Guadalupe, que va del Cerro del Tepeyac hasta Coacalco.
A partir de entonces comencé a tener más y más avistamientos de pericos en diferentes puntos de Azcapotzalco y lo que marcó mi mayor sorpresa con el testimonio visual de Ángel que confirmó que vimos una pareja de algo más grande que pericos, de las tantas especies, una pareja de unos 30 centímetros cada uno, en plena Calzada de Tlalpan, a la altura de Acoxpa.
A nivel ambiental parecieran ser buenas noticias sobre la calidad ambiental y forestal de la CdMx, aunque según observo en las guías de la CONABIO, estas aves no forman parte de las catalogadas como comunes en el Valle de esta ciudad, lo que podría apuntar a confirmar el calentamiento global, que ha tropicalizado al altiplano. http://www.paismaravillas.mx/assets/pdf/guia_aves_comunes.pdf
Junto con estas sorpresas aéreas, he tenido la fortuna de tener avistamientos de águila en la colonia Nueva Santa María, garzas blancas en pleno Paseo de la Reforma y patos que quizás no sean tan silvestres, sino relativamente sostenidos por humanos en los Parques Tezozómoc, Bicentenario y Chapultepec.
Con el blog de jilguero
ResponderEliminarnos irá ayudando mucho más a encontrar la forma de cuidar las aves.