sábado, 27 de agosto de 2011

A favor de la mejor Realidad en los Medios


 En 1996 surgió una propuesta de A favor de lo mejor en los medios, y lamenté que dicha iniciativa estuviera coja, tuerta y sorda al haber elevado una serie de críticas mochas en el más amplio sentido de la palabra. La creí perfectible. Mis amigos con ternura vieron mi ingenuidad porque yo creí que ese proyecto podría ser renovador y progresista. Ellos me aseguraron que no era una auténtica iniciativa ciudadana, y que estaba respaldada por un grupo empresarial ligado a la alta jerarquía religiosa y política mexicana.

El tiempo pasó y por fortuna la nominación de esa asociación se desvaneció de las pantallas cuando las televisoras quisieron jugar su propio concepto de Señal con Valores.

Hace unos diez días, en una reunión familiar me hablaron sobre un programa de televisión que hacía análisis de medios, de todo tipo de pantallas, nacionales, extranjeras, de señal abierta y de paga. De pronto recordé la promesa incumplida de Ventaneando, en donde proponían que haciendo réplica de lo que los televidentes vivíamos en las salas de nuestras casas, ellos harían un ventaneo a todas las producciones para hacer la crítica, reseña y comentario. En términos marxistas o zapatistas, era el ejercicio de la dialéctica, tan necesario de practicar entre los individuos y en las sociedades, para enfrentar cualquier proceso de aprendizaje, de manejo de la información y con él evitar la enajenación de nuestras mentes. Era una sugerencia muy sana, la de detener el proceso de la caja idiota, en el que ella monopoliza el flujo de la información e impide que el auditorio haga reflexión y análisis.

Hoy ya sabemos en lo que derivó Ventaneando y cabe aclarar que yo lo disfruto mucho, y no por sus chismes replicados por casi todos los programas de su especie, sino porque me divierte la capacidad que tienen para reseñar anécdotas propias de los conductores, su humor y sus capacidades. He visitado otros similares y no logran despertar en mí la misma química.

Viene a cuenta lo anterior, porque el titular de ese programa de análisis Alta Definición en Azteca 40, Álvaro Cueva, fue integrante de Ventaneando Millonario, temporada que disfruté mucho por la canción, por el estribillo del premio que otorgaba ¡Un millón de dólares!, por las y los ventanets y que tuvieron ropa de gala durante un mes.

Si bien el perfil del señor Cueva es menos superfluo que el de la Chapoy, y más crítico, su estilo me ha mantenido lejos de ser su telespectador, aún y cuando trabajó para CNI y en su emisión dentro de Milenio TV. Me sigue llamando más la atención el esquema de diálogos que ejerce el equipo de la señora del chisme, que el monólogo a grito globero del ex gordito.

La referencia de Alta Definición en la reunión familiar fue porque ahí se había nominado a Anahí como la actriz más connotada de las telenovelas, según la votación a la que semanalmente convoca Álvaro. Nos parecía muy extraño el resultado, pero de alguna manera era el retrato de la audiencia de ese señor, en cuanto al rango de edad y a la mayoría de los mexicanos victimados por Televisa. Por esa recomendación, traté de ver los últimos programas que están en la videoteca virtual de Proyecto40, y digo que lo intenté, porque no aguanté sus larguísimos conteos, que sin embargo tienen el valor de ser el resultado de la participación de su audiencia, generando así, de alguna manera, un ejercicio de diálogo entre los espectadores y la televisión.

Ya en otros textos les he confesado la gran admiración que tengo por las producciones de Argos Comunicaciones y por la satisfacción que me inspira la existencia de la televisión pública en el mundo.

Hoy se entrelazan los comentarios de Álvaro Cueva, que entre su audiencia tiene a mis amigas queridas y las producciones de Argos Comunicaciones, que en los últimos tiempos han estado al aire a través de Cadena 3: Las Aparicio, El sexo débil, El octavo mandamiento y Bienvenida Realidad que este fin, emitirá su último capítulo.

Desde un principio, la productora Argos, fundada por periodistas, se comprometió con ofrecer contenidos realistas de alto contraste con los melodramas a los que México estaba acostumbrado. Mirada de mujer abordaba el renacer de una mujer madura después del término de su matrimonio y con ella el renacimiento de su propia familia, incluyendo a su infiel ex marido. Nada personal construyó una ficción político policiaca que retrató los hábitos del poder político mexicano. Tentaciones fue un proyecto trunco que pretendió acercarse a una reflexión sobre el celibato de los sacerdotes y que enfrentó la represión de la libertad de expresión a través del chantaje económico dictado por los patrocinadores.

Hoy El octavo mandamiento repite la hazaña de recrear, a partir de la vida nacional, una ficción que retrata nuevamente los hábitos del poder político mexicano. Sorprendentemente, seguro no, suceden en tiempos de agotamiento. La primera teleserie estuvo al aire bajo los últimos años de la dictadura del PRI y esta segunda en el momento en que el segundo sexenio del PAN en Los pinos nos tiene amedrentadísimos en medio de la Guerra contra el Narco, al grado que hay vientos que prefieren volver al pasado.

En un renglón innovador, la productora de Epigmenio Ibarra incursionó en la factura de una teleserie juvenil, y lo hizo con una ficción que por título daba la Bienvenida a la Realidad llevada a la pantalla haciendo un retrato de la vida actual y cotidiana de los jóvenes mexicanos. Sin ser perfectos los logros del equipo de trabajo de Argos, sus avances son de reconocerse, pues lo hacen sin la capacidad económica de las televisoras líderes en la producción de este tipo de programas. Así, con estos antecedentes, Bienvenida Realidad alcanzó la décima posición en la votación convocada por Álvaro Cueva lo que confirma que la audiencia de Alta Definición está conformada por un público juvenil que calificó a Soy tu fan, en el lugar veinticinco. Este conteo incluyó teleseries nacionales y norteamericanas transmitidas tanto por señal abierta como por televisión restringida.

Hoy quiero manifestar mi alegría porque los que realmente estamos A favor de lo mejor en los medios, finalmente ejercemos nuestro derecho a la crítica y a la libertad del consumo de lo que es bueno para nosotros. Así, contamos con los contenidos múltiples necesarios para una sociedad diversa. El surgimiento de este tipo de televisión está directamente relacionado con la diversificación de señales, en específico de la televisión gratuita. Por ello cabe recordar sin olvidar que si queremos mejorar los contenidos, también debemos comprometernos con la eliminación del duopolio televisivo, por lo que tenemos que exigir que las asignaciones del espectro de frecuencias televisivas se distribuya entre más de dos empresas de televisión.

Ojalá pronto diéramos la Bienvenida a una nueva Realidad para la televisión mexicana, con un impulso a la televisión pública y el desmembramiento de las dos televisoras. Bienvenida Realidad nos ofreció historias sobre el uso de las drogas, de forma recreativa y de manera destructiva, sobre el embarazo en adolescentes y la oportunidad de que informados decidan con consciencia al respecto, las lecciones para erradicar la discriminación surgida de la ignorancia, la construcción del respeto como un valor superior al de la tolerancia, la responsabilidad madura que tiene como consecuencia la libertad ansiada por los espíritus jóvenes.

Muchos más temas como el ejercicio responsable e irresponsable de la sexualidad, el manejo de los duelos por la pérdida de seres queridos, el origen en el desamor de los desórdenes alimenticios y de la violencia, la exaltación de la valía del individuo por lo que posee en su interior y cómo lo utiliza en sus relaciones humanas. Son una parte de la enorme lista de contribuciones que hizo a la pantalla esta teleserie, cuyo posicionamiento entre las 10 mejores de toda la televisión vista en México contó más que con votos, con cartas de amor como lo afirmara Álvaro Cueva en su programa: http://proyecto40.tv/#s=videoteca&ss=v&id=4&vid=1_td3kiucn

Y porque lo que faltaba era mi carta de agradecimiento, he la aquí. (¡Oh! Por fin encontré en el diccionario de la Real Academia de nuestra lengua cómo se escribe esto de he me aquí o he la aquí: he –adverbio del árabe hispánico há y este del árabe clásico hâ que unido a aquí, ahí y allí, o con los pronombres me, te, la, le, lo, las, los, se usa para señalar o mostrar a alguien o algo)

viernes, 26 de agosto de 2011

¡Diantres, recórcholis y caramba!


Hoy Felipe decretó el duelo. Hoy también me sugirieron la lectura del libro: Un más allá para la homosexualidad escrito por el ex activista pro derechos gay gringo David Morrison (http://www.pfox.org/ebook_Mas_alla_David_Morrison.pdf) quien hoy propone a la comunidad creyente el camino de la castidad como solución a diversos problemas de las sociedades modernas: Eutanasia, control natal, diversidad sexual, pandemias como el SIDA entre otros.

Cuando leí la sugerencia mi única emoción fue la que acompaña las palabras con las que titulé este texto, aunque la primera no sea reconocida por la Real Academia de la Lengua, creo que muchos la conocen. Estoy seguro de que hay un resquicio de afecto y amor tras esta recomendación, aunque acudo a ustedes para verificar si no hay también enojo o miedo contra mi persona, y que me produce el mismo miedo y enojo. Este libro católico me lo recomienda un familiar que hasta ahora me parecía cercanísimo, y que ha dejado muy en claro cuánto nos pueden alejar los credos, sentires y pensares.

Ojalá algunos creyentes estén interesados en leer este libro disponible en línea, pues son ellos los principales destinatarios, homosexuales o no.

Sin mayor interés en atender la sugerencia para convertirme en un ex homosexual, hice una lectura a vuelo de supersónico, para enterarme de que al tal David; de origen anglicano y converso católico, para que se retuerza Enrique VIII; vivió la dolorosa realidad de ver morir a muchos de sus coetáneos compañeros de lucha juvenil a causa del VIH. Ese terrible dolor lo llevó a concluir que el amor es sacrificio, tal y como lo promueve la Iglesia Católica con el ícono que idolatra.

Para mí fue suficiente leer su presentación y lo que él propone a los hombres y mujeres con atracción homosexual, para tener muy claro que sí que la tienen complicada los creyentes judeocristianos y musulmanes que son como yo. Por fortuna no reconozco como Verdad, la versión que de la historia del Universo, de la Tierra, de la Vida y del Humano escribió el pueblo judío. Y pese a eso no escapo al tonelaje que dicho cuento tiene sobre la historia y la tradición de la sociedad en la que vivo.

Cuando creí que era suficiente la frase de que a un pato no le puedes pedir dejar de ser pato, tuve que acuñar la de que a un hommo sapiens no le puedes sugerir dejar de serlo, como una pequeña defensa de mi SER homosexual.

Ojalá toda la comunidad de amigos y familiares creyentes, tomen en consideración la existencia de este documento, su lectura y su discusión, pues en la sociedad en la que vivimos, además de los creyentes judeo cristianos, también existimos los de otros credos y que en mi caso somos promotores de los derechos de la diversidad sexual, del uso del preservativo como método de control de contagios y de la natalidad, así como del uso de muchos otros métodos anticonceptivos, de la promoción de la adopción de los niños sin familia y de que las parejas sin capacidad reproductiva acojan a esos niños.

Pese a ser un hijo único, huérfano de padre antes de los 5 años y ahora, ya de adulto sin madre, cuento con muchas familias: La sanguínea por parte de mi madre y mis hermanos por parte de mi padre, la sanguínea muy extensa por parte de mis abuelos maternos, la de crianza por parte de mi abue Polly, y la de amigos aunque pocos, la que he hecho en mi vida. Por fortuna y en los últimos tiempos descubrí y estoy construyendo otra familia, cada vez más cercana tan diversa y alegre como el arcoiris.

La castidad es una opción enferma en mi opinión, aunque válida de tomar, no de promover. Yo invito a todo humano a vivir con amor, bien comido y bien cogido, y aunque la comida no alcance por igual y el sexo no haya diario, coincido en que amor lo podemos tener siempre para dar y por recibir.

lunes, 22 de agosto de 2011

Domingo de pelí... de bicicleta


Que extraño fue levantarme el domingo y no tener hambre ni antojo fuerte. La última comida del sábado fueron unas tostadas hacia las 7 de la noche. Me eché las dos pelis mañaneras en la tele, entre comerciales me duché y ya listo pasadas las 11 horas dudaba entre almorzar algo antes del cine o en el cine mismo, aunque la comida de los cines me disgusta y sobre todo su precio.

¡Barbacoa! Vino a mi mente el antojo. ¿Dónde? Fue la pregunta inmediata porque la que me ha gustado es la del Ajusco y no tenía nadita de ganas de cruzar el valle. Pues en el tianguis al que me ha llevado mi amiga Vicky, ese que se instala entre los lagos muy cerca de Moliere y San Joaquín. Ahí me gusta comprar la fruta y la última vez ahí me pareció buen sitio para comer la dichosa barbacoa.

La función de las 11:30 horas ya me la había perdido, luego entonces sólo quedaba confiar en que me diera tiempo de ir en bici, almorzar, comprar la fruta y de regreso pasar al cine de Melchor Ocampo y Marina Nacional. La siguiente función sería a las 13:30 más o menos.

Tomé mi bici, me previne con el casco y el bloqueador de sol y previa vista de la Guía Roji, comencé mi travesía, misma que sería guiada por las vías del ferrocarril, ese que pasa por Tlatilco y que en tiempos pasados se encaminaba para Cuernavaca. Esa diagonal era perfecta para llegar sin dar tanta vuelta y vuelta rodeando las escuadras necesarias para llegar al tianguis.

Y ¡oh! Sorpresa me tenían guardada los territorios de Miguel Hidalgo. Apenas dejé el límite de Azcapotzalco y me enfilé por la calle de Ferrocarril de Cuernavaca, que pasa a un lado de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas donde estudió y trabajó mi madre, y que la separa de las instalaciones deportivas del Plan Sexenal, descubrí parte de la infraestructura que para los ciclistas realizó el gobierno de Demetrio Sodi.

Por alrededor de 5 kilómetros recorrí el camino que mis abuelos, mi madre y sus hermanos y otros familiares recorrieron en sus viajes por tren a Iguala. Incluso ese mismo trayecto me acercaría mucho a la barbacoa del Ajusco, aunque nunca he pedaleado en ascenso, más de lo que mide un puente del Circuito Interior Bicentenario.

A partir del Mar Mediterráneo, en la colonia Nextitla, comenzaron los señalamientos, balizamiento y pista para los ciclistas. Nuevos prados, con zonas verdes reordenadas en ese corredor ferroviario permiten que uno pueda desplazarse en bicicleta por un trayecto con pocos cruces de automóvil. La soleada mañana de domingo favoreció el mejor de los climas para dar una rodada camino a Lago Bolsena.

El primer cruce importante es el de la Calzada México Tacuba, muy cerca del metro Popotla y por detrás del antiguo Colegio Militar. Luego Carrillo Puerto, donde la ciclopista tiene tramos de grava de tezontle que obligaron a cambiar el engranaje de los pedales y no sucumbir en el esfuerzo. El siguiente cruce fue la avenida Marina Nacional, mismo que imagino complicado de pasar en otro día de entre semana. El recorrido sigue, a veces de un lado, a veces del otro de las vías, así hasta la avenida Mariano Escobedo, en donde hay una Bodega de Aurrerá y donde tuve la necesidad de tocarle mi trompeta a una camioneta van que había quedado en alto obstruyendo el paseo ciclista.

Desde Colegio Militar es ya zona de los lagos, mismos que bautizan las calles en la colonia Anáhuac. Esta última parte de la ciclopista tiene un mobiliario urbano muy nuevo, con bancas para los peatones, juegos para los niños, gimnasio, cancha de balón pie rápido, de baloncesto y luminarias en una zona amplia y enmarcada por terrenos fabriles, entre Lago Bolsena y Río San Joaquín, donde yo viré hacia Legaria y alcanzar por ahí el tianguis a la altura de Moliere.

Almorzar los tacos de barbacoa me resultó tan caro como comer en el cine, aunque con mucha mayor satisfacción. Luego tuve oportunidad de comprar el delicioso guacamole que ahí venden en vasito y las frutas que comeré esta semana. La bici fue mucho más fácil de estacionar que cuando vamos en auto y más cómodo que en combis colectivas, como cuando voy con Vicky.

Ya bien almorzado y con la compra cargada en la mochila de espalda, fue muy sencillo pedalear hacia Melchor Ocampo, pues es de bajada ligera y con la Torre de Petróleos como faro en el horizonte. En la geografía del DF, el Lago Bolsena se convierte en la Laguna de Términos, acto mágico que ningún Copperfield lograría en la vida real. Por ahí, hasta Marina Nacional para encontrar a su cruce con el Circuito Interior Bicentenario la plaza comercial con la función de cine a las 13:45 Veinte minutos justo para pasar a defecar al sanitario en completa privacía y con el complejo de cines funcionando sólo para mí y otros pocos tempraneros privilegiados.

Lamentable La leyenda del Tesoro, que si bien es una cinta mexicana que casi iguala a cualquier cinta infantil del cine a destajo gringo, permite ver los trucos de sus explosiones y quemazones. El mayor logro está en las secuencias de acción y persecución relativamente bien logradas, aunque para el ojo que conozca las ciudades de Guanajuato o de México se dará cuenta de que están filmadas en un total revoltijo de escenarios. Podría aplaudirse el esfuerzo por la calidad, aunque también puede resultar en un aplauso a la mediocridad del cine nacional. Es escalofriante cómo la pobreza de historias es secundada por la dinastía Bichir en el cine.

Pasado el chasco en el cine, regreso a casa con mi mandado, la barriga llena, el intestino desalojado y pedaleando en una tibia tarde de domingo, en agosto de 2011.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Bailando en la Ciudad


Viena, Living, Lipstick, Mambo Café, Meneo, News, Rincón Colonial, Marrakesh, 69, La purísima, Salón Sol, Salón Hidalgo, Picante Cabaretito, Frogs Ixtapa

Cuando cumplí 18 años tuve la ocasión de salir a bailar. Era el estreno de mi mayoría de edad legal, plasmada en mi licencia de conducir tramitada el mismo día de mi cumpleaños. Trámite sencillo pues llevaba tres años con el permiso que obtuve a los 15.

El lugar de moda, de nombre, de entre el grupo de jóvenes de poca fiesta y poca parranda que me rodeaba entonces, era la discoteca News o The News, Toreo, en el límite de Naucalpan con el DF. Nunca olvidaré que me acompañaron mi mejor amigo de secundaria Esteban Erik, mi mejor amiga de vocacional Raquel Adriana y mi prima Brisaluz. Seguramente llevábamos las cabelleras esponjadas con algo de crepé, aunque Érik era muy lacio y usaba su corte de casquete, hombreras en los sacos y telas color pastel al estilo de Flans y Timbiriche. No recuerdo detalle, sólo un poco de la espera en la fila y presentar mi novísima licencia de un día de estrenada.

De ahí por casi 20 años no tuve mayores experiencias saliendo de antro, disco, baile o reventón. Aseguraría que ninguna. Con la familia de mi amiga Ari conocí una pequeña disco en Satélite, en el que hubo sospechas sobre el contenido de los hielos que estaban en nuestras sodas. Las leyendas urbanas, quizá inspiradas en hechos aislados existían desde entonces, al igual que hoy.

Fue hasta después de 2003, ya fallecida mi madre que me tocó vivir la experiencia de la noche en la Ciudad. El primer antro que conocí fue el Salón Hidalgo para celebrar un día del maestro, con mi amiga Olga. Lugar oscuro, a la salida del metro Hidalgo, del que recuerdo poco. Creo era música tropical en vivo.

El siguiente lugar fue Meneo. Ahí me topé por vez primera con un cadenero que, subido en su escalón, me indicó que tendría que esperar a que mis amigos salieran por mí. Lugar con amplia pista de baile, sólo con música grabada, y un pequeño estrado para un cuarteto de bailarines hombres y mujeres de muy buenos cuerpos animando a la concurrencia. Ahí comencé a conocer, aunque sin entender hasta la fecha, el ritual de la hora de inicio.

En un antro, aunque haya música, nadie se atreve a ocupar la pista sino hasta las 10 11 de la noche en que ya todo mundo lo hace. Antes de esa hora, hay el riesgo de hacer un ridículo que nadie se atreve a vivir.

El segundo lugar que conocí fue Mambo Café. El mismo ritual de entrada con cadenero. Nuevamente ese aire de discriminación que parece que cautiva a la sociedad mexicana tan ávida de tener castas o clases. Llámale a tus amigos para que salgan por ti, fue la orden que me dio el cadenero encargado de actuar el juego de seleccionador. Esa vez, había un tumulto de gente en espera como yo, o peor aún, rogando por ser elegido para entrar. Así como había el grupo de unas cuarenta personas en la banqueta a la entrada del establecimiento, había una fila de autos en espera del valet parking que habitualmente obstruyen por las noches un carril de la avenida de Los Insurgentes.

Sólo una vez tuve la suerte de que a mis amigos les autorizaran mi entrada. La segunda vez, no tengo idea de qué sucedió que la amiga en el interior tuvo que ir a pelearse con quién sabe quién por mi entrada, que entonces decidí que sería la última vez que jugaría en la arena de los que les gusta ser discriminados y discriminar.

Paradójicamente al cruzar esas entradas tumultuosas, las discotecas o antros están a un quinto de su capacidad. Terminan por llenarse, previo ritual de hacer sentir al cliente que pertenece a una clase privilegiada en la que pocos, los menos, entran.

Mambo Café y Meneo, con mejores instalaciones que Salón Hidalgo, precios disparados en los primeros y cualquiera me dirá que son sitios incomparables. Pero aquí, el que compara soy yo. Mambo Café incluso con un escenario en el que albergan a orquestas tropicales de renombre. Sonido extraordinario aunque excedido en decibeles.

El siguiente grupo de antros, los primeros del mundo gay que conocí en mi nueva vida y que fue en este pasado 2010, parecen ser otro grupo de empresas diferentes.

En el centro, a dos cuadras de Garibaldi y en esquina del Eje Central, la calle República de Cuba alberga a un grupo de antros para bailar y beber que me ha satisfecho sobremanera. El primero lo conocí gracias a mi compañero de vocacional Alfredo. Él y dos amigos suyos me convidaron mi primera noche fuera del closet al 100%. Se llama Marrakesh. Tras haber sido esculcado por los elementos de seguridad para entrar sin pago, ni cadena, ni reserva de por medio, lo primero que percibí fue el cambio de clase social, contrario a las chingaderas de Mambo Café y Meneo. Esa percepción fue a través de mi olfato que fue inundado por un olor a hombre trabajador con la transpiración de más de 24 horas sin ducharse.

O sea que hay hombres gay que trabajan duro y se bañan poco. Pasado mi asfixiante entrada, el sitio estaba a la misma capacidad que un vagón del metro en hora pico. Un lugar incómodo para bailar, aunque depende de gustos, pues justamente hay humanos que gustan de repegarse a otros y repellarse mutuamente lo que haya que rellenar. Hombres gay la mayoría, chicas lesb las muy pocas y alguno que otro buga lindo. Había una sección VIP porque hasta aquí alcanza el anhelo clasista nacional y tienen un mesanine en donde debe ser más difícil respirar, pero en donde las actrices que quieren imitar a los famosos hacen su presentación y en donde el estriper ofrece su baile a todos los mortales que bailamos abajo. Esos de la sección VIP tienen la oportunidad de tocar incluso el miembro viril del chico danzante. Algo que imagino terriblemente pecaminoso para algunos de mis conocidos, pero que es muy divertido de ver. La otra cosa extraordinaria de Marrakesh es que puedes entrar y salir cuantas veces lo desees, pues al interior no se puede fumar y en la calle si, por lo que además de fumar puedes refrescarte tomando algo de la tienda de enfrente.

En la misma República de Cuba conocí otros dos lugares. Viena, un bar antro que me recuerda mucho al Helens de Satélite, en los tiempos de Besos de Ceniza. Cuando lo conocí, de la mano de mi Ramito, me pareció el ambiente tan familiar que de inmediato lo pensé digno de llevar a los míos ahí. Claro, que los míos amables con los hombres gay.

Esta selección de amables lo digo, porque mi amiga Ara me recordó el morbo con el que algunos nos ven, pues ella esperaba ver dentro de un antro gay a hombres teniendo sexo. Y si bien he visto cosas que me agradan, porque soy consumidor de pornografía, creo que aún a los amables les podría sorprender de repente ver los alcances de algunas manos y algunas bocas, y que no supieran controlar su propio deseo para apartar la vista de lo que les incomode, como aquella otra amiga, Vian, que al salir de un bar en Insurgentes estaba escandalizada por ver a dos chicas besarse. Cuando la vi incómoda le sugerí que volteara para otro lado, a lo que se negó. Esa es una conducta no amable. Si quieres ver disfruta. Si no disfrutas, no veas y voltea a otro lado.

Volviendo a Viena, es un sitio con seguridad como cualquier sitio de reunión, aunque no esculcan ni a los individuos ni a las mochilas. Tienen una zona para bailar y alternan la música tropical con pop grabadas. No hay cobro por entrar y no hay obligación de consumir.

El tercer lugar que conocí fue La purísima, que al parecer es del mismo propietario que Marrakesh y está en frente. Un lugar de acceso sin pago, sin consumo obligado y donde alrededor de la media noche hay espectáculo de estripers. La música es más electrónica y tienen cierta tecnología en los efectos de luz al ritmo de las grabaciones.

A media cuadra de República de Cuba, sobre el Eje Central hay otro sito de baile y bar de sugestivo nombre 69. Me recuerda la apariencia del Salón Hidalgo y de los cuatro antros gay de esa zona me ha parecido el que tiene mejor espectáculo de imitadores.

Por la celebración de unos amigos de oficina conocí el Rincón Colonial que está sobre Circuito Interior en esquina con Rivera de San Cosme. Aquí la música viva estuvo a cargo de dos grupos de gente mayor en un ambiente de mayor luminosidad que el Salón Hidalgo y los antros gay.

En mi penúltimo viaje a Acapulco, el primero con amigos gay, tuve la oportunidad de visitar en la Costera Vieja, esquina con Piedra sola y Piedra picuda, a la altura de La Condesa, un antro de nombre Picante Cabaretito. Con instalaciones equivalentes a las de los antros de República de Cuba en Ciudad de México y con un pago por entrar de 50 pesos, que incluían una cerveza, me sorprendí con una bajísima concurrencia. Me hizo pensar que la gente gay acapulqueña no se divierte con la libertad o frecuencia que lo hacemos en donde yo vivo. Me pregunto si serán pocos los habitantes gay con libertad de salir o con el gusto por un antro donde además del baile hay espectáculo nudista. Cuando niño se que mi madre fue a divertirse en un bar con este tipo de espectáculo en Acapulco, y que seguramente no fue un antro gay. Ya de eso 30 años.

En el último mes tuve oportunidad de conocer otro tipo de antros gay, de otro nivel por estar en otras zonas de la ciudad y por acoger a otro tipo de clientes. He tenido la fortuna de asistir a los dos en tres ocasiones con cortesías, lo que me ha permitido no gastar en ninguno. El primero es el Living, y fue un muy buen regalo del amigo Julián. Según lo he leído, parece ser el lugar de lugares. Lo cierto es que está tras la fachada de un elegante edificio en el rumbo de Bucareli, donde los arquitectos hicieron algunos bellos ejemplares como el Palacio Covian. El recibidor de Living tiene la elegancia de su fachada, aunque el interior es una nueva edificación en donde la modernidad y la tecnología están presentes en la decoración e iluminación de sus dos salas de baile, una de música electrónica y otra de música pop, con un túnel de sanitarios amplísimo que comunica a las dos salas y con la terraza, una zona al aire libre con palmeras y plantas en macetones, apta para los fumadores.

La entrada repite el patrón del cadenero y la fila de espera, que a diferencia de Mambo Café y Meneo, tienen un fin de control de acceso y seguridad para que cruzando se hagan tres filas para revisión de bolsos y de abrigos. En la fila he estado, pues son las cortesías sin pago, una especie de prerregistro vía electrónica para confirmar con identificación en mano a cada uno de los asistentes.

En la sala electrónica hacia la media noche comienza un espectáculo de luces y sonido a base de luces robóticas y lasser que con ayuda de mallas, espejos y humo de hielo seco ofrecen todo un espectáculo para la retina. Posteriormente en ambas salas hay un espectáculo, de bailarines en la sala electrónica y de imitadores en la sala pop. No tengo idea de los precios, aunque entiendo que son elevados. Yo, para no variar, me hidraté y comí antes de asistir para sólo gastar en mi transporte. De cualquier manera, enfrente hay una tienda y puesto de comida, listo en la madrugada.

Por lo que se refiere a Lipstick, enclavado en el centro de la zona rosa, es un edificio con dos niveles. Uno cerrado y otro semi descubierto tipo terraza. Este lugar me transmitió una extraña sensación. La gente liba y baila pero de una manera estructurada, semi rígida, donde la apariencia parece ser un ingrediente importante. No sólo en el vestir sino en los movimientos. Me pareció algo semejante a estar entre maniquíes. Pese a eso es muy posible bailar como se te de la gana, perder la compostura y lucir la lonja entre gente delgada, bien peinada y vestida. Creo que aquí nunca podrán inhalar los humores de la gente que trabaja y se baña poco, como la primera bocanada de aire que tuve en Marrakesh. Las cortesías de Lipstick corrieron por cuenta del amigazzo Gerard y que nos convidó a mí y al visitante de Tikicia (el reino de los ticos en Centro América) Anthony.

Finalmente les contaré del Salón Sol, cuya visita la motivó el cumple de mi amiga Heidi. Fascinante que haya lugares divertidos en el Centro Histórico de Ciudad de México, en Venustiano Carranza. Le han dado toda una vida a la noche en esa zona. Este lugar cuenta con tres plantas, un bar tranquilo en la planta baja, uno con música pop y electrónica en el primer piso y el Salsa Room de la segunda planta. El anuncio en su sitio de Internet afirma tener las mejores orquestas y las pantallas para espectáculos por televisión. Desde la reserva necesaria y poco ágil por vía electrónica y nula por teléfono, comenzaron las deficiencias de este lugar. Anuncian que no hay cobro por entrar, sin embargo al hacer la reserva hay la advertencia de hacer un consumo mínimo de alrededor de 100 pesos por persona más un cargo obligatorio del 15% como propina. Son un desastre en su sistema de reservas y al asignarnos mesa pretendían darnos la más alejada de la zona de baile.

En efecto, tienen varias pantallas y por lo mismo cabe una comparación según sea el antro. Viena tiene dos televisores con imágenes de un canal de videos musicales, sin sonido porque lo que se oye en el lugar son otros temas. Salón Sol estuvo transmitiendo el partido de futbol del día y luego transmitió su repetición, por si alguien se lo había perdido. Lipstick corre en sus pantallas, videos de moda y gente bonita. Living tiene lo mejor en una extensa videoteca con cada uno de los temas tocados y mezclados, dicha lista no se repitió en las tres horas que estuve ahí y son sincronizados perfectamente los audios con las imágenes a cargo del operador de discos.

Volviendo al fraudulento Salón Sol, la pantalla principal fue corrida para que en su lugar se viera a la supuesta orquesta de cuatro integrantes con mala entonación, que comenzó a tocar una hora después de lo anunciado. Sólo una hora de martirio auditivo, para luego dejar paso a las grabaciones de salsa que repitieron hasta cuatro veces en las dos horas restantes.

Mi sentir por lo que se refiere a estos pocos lugares que en el último año he conocido, me hacen percibir un comportamiento opuesto en los antros “bugas” de lo que sucede en los antros “gay”. Legalmente han desaparecido las barreras, pues el Salón Sol, como cualquier lugar de esparcimiento de la Ciudad de México muestra los carteles que aseguran a la concurrencia sobre la no discriminación bajo cualquier perspectiva de género, preferencia, apariencia, etc.

Por lo pronto algunas dudas.

¿Por qué la gente está dispuesta a pagar por entrar a un lugar que puede resultar decepcionante?

¿Cómo hacen negocio los antros gay que otorgan entrada libre y muchas cortesías? Y si además no obligan al consumo y a cambio ofrecen servicios musicales de mejor calidad, incluso con variedad. Quizá falta uno que ofrezca el servicio de música en vivo, aunque con la música grabada siempre hay un manejador de discos sujeto a evaluación por la concurrencia.

Parecería que los gay son pobres, porque lo que he observado en los lugares “buga” es que les sacan dinero hasta por respirar. Los consumos de bebidas y alimentos superan por mucho lo que observo que consumen los gay.

El buen Gerard propone que somos más exigentes para el gasto y que somos poco consumidores de alcohol, que con tres copitas se pierde el estilo y el glamurts, por lo que la ingesta es más lenta y menor que entre los machos que llevan a bailar a sus conquistas. ¿Será?

En cualquier caso, la alegría y la fiesta la hace cada quien, por lo que suelen ser pecatas minutas todas las arriba observadas. Lo importante es divertirse y saber gastar.

Estoy contento de que Ciudad de México tenga una activa vida nocturna y de que yo la haya conocido ya. El reto que aún queda es que en cualquier sitio de baile podamos bailar parejas y tríos de todo tipo, mixtos o de sólo hombres o sólo mujeres. Los carteles que amparan nuestra igualdad están ahí. Creo que hoy faltaría remontar el rechazo que comienzo a sentir por estar en un antro “buga” y que finalmente todos bailemos y disfrutemos juntos.